jueves, 28 de enero de 2010

Duelo sin muerte

"La reacción frente a la pérdida de una persona amada o una abstracción equivalente" Así define Freud el duelo. Normalmente asociamos el duelo a la muerte de un ser querido, sin embargo, si nos paramos a analizar los grandes acontecimientos de nuestras vidas reparamos en que el duelo se produce en muchas otras ocasiones. Se trata de una reacción emocional que se produce cuando perdemos algo y esa pérdida supone un vacío. Puede ocurrir cuando dejamos un trabajo, en separaciones, etc. Ese vacío produce gran dolor y queriendo evitarlo en un primer momento tratamos de negar la mayor, pero conviene reconocer que la pérdida se ha producido y vivir las sensaciones de sufrimiento que genera la nueva realidad. En esa fase, lloraremos, nos desinteresaremos por la vida y todo lo que no tenga que ver con aquello que hemos perdido. Si nos conectamos con nuestra emoción, la vivimos y convivimos con ella seremos después capaces de dejarla salir para poder volver a conectarnos con la ilusión de vivir, llenando ese espacio vacío de otras personas y/o experiencias.
Y "hasta aquí puedo leer".

miércoles, 13 de enero de 2010

La cosa va de techos

Según van transcurriendo los años y voy teniendo distintas experiencias me voy encontrando con distintos estilos de dirigir personas. A mi básicamente me han tocado dos: el "estilo del suelo" y el "estilo del techo". Me explico. Hay jefes que a sus colaboradores les fijan unas funciones como base, las que mínimamente deben cumplirse y a partir de ahí todo cabe, todas las funciones y responsabilidades que se quieran y se puedan ir asumiendo, este sería el "estilo suelo". Hay otros jefes que fijan límites es un "hasta aquí puedes llegar" y que yo denomino "estilo techo". Seguramente la diferencia entre ambas sea el nivel de seguridad en sí mismos, de confianza en los demás, etc. Lo que está claro es que es bueno y necesario establecer un marco de referencia en el que el empleado se pueda mover con seguridad, sabiendo qué es lo que tiene y no tiene que hacer, qué decisiones puede o no tomar, sobre qué puede o no opinar, etc. Los dos estilos comentados tienen sus pros y sus contras. La parte oscura para el empleado en el estilo suelo puede ser el de sentirse perdido si no está acompañado de feedback, apoyo y confianza de su jefe. En el "estilo techo" la oscuridad está en la desmotivación y "funcionarización".
Cada uno con su propio estilo, pero sin perder de vista los contras deberá contrarrestar, ahí está el arte del liderazgo. Por lo tanto, un estilo y otro son válidos. Lo malo es cuando uno juega en un tiempo a un estilo y en otro tiempo al otro con los mismos colaboradores porque el efecto puede ser la pérdida de los mismos.
Son juegos peligrosos.
En el pasado tuve la suerte de tener un jefe, imperfecto como todos (jefes y no), que jugó al "estilo suelo" y no puedo, volviendo la vista atrás, más que agradecerle su confianza y apoyo.
Ahora me encuentro en un momento en que habiendo partido en el juego con un "techo A" paso a tener un "techo a". Tendré que reflexionar fuertemente sobre las incompetencias propias (las ajenas las dejo para sus propietarios) que han hecho que cambie el marco y seguir aprendiendo en este camino.
Lo difícil será deshacerme de la sensación de estar en un juego en el que se espera una suerte de prostitución en el que se pone el cuerpo pero no el alma a la hora de realizar el servicio.
Y ahí engancho con la idea del "techo de cristal", aunque no soy partidaria de entrar a valorar demasiado las cuestiones de género en mis carnes.

domingo, 3 de enero de 2010

Cuestión de actitud


Van pasando estos días de descanso en los que estoy aprendiendo cosas importantes de la práctica de la vida. En los últimos tiempos estoy dedicándome a hacer cosas que no he hecho nunca y a empezar de cero nuevas actividades, en primavera y verano fue el golf y estas vacaciones de navidad ha sido el esquí. De verdad que están siendo gratificantes las experiencias pues están funcionando para mi como espejo de mis debilidades, también de alguna fortaleza.
La teoría la sabemos muy bien, sin embargo a la hora de la verdad nuestras debilidades afloran y nuestra habitualidad se apodera de nosotros. Menos mal que alguna vez somos capaces de visualizarlo y dar un golpe de timón para cambiar el rumbo.
La cosa es que el lunes pasado estaba en la tercera clase, la segunda para mi pues el día anterior la telecabina que sube a Panticosa sufrió una avería que hizo que llegara tarde y perdiera a mi grupo y por tanto mi segunda clase. ¡Qué tragedia! Yo que soy la más patosa entre las patosas (otro día hablaremos del efecto pigmalión; la cuestión es que toda la vida me han estado diciendo lo patosa que soy y eso hace que me sienta realmente patosa, tanto que hasta ahora nunca me había atrevido a realizar ninguna actividad que no fuera entre cuatro paredes). Bien, desde ese momento empecé a auto lanzarme mensajes como "la llevas clara", "van a progresar un montón y tú aún sin dominar la cuña", "vas a hacer el ridículo", etc. etc.etc. Con esas me presenté a la tercera clase. Efectivamente, todos habían aprendido a hacer giros y yo ni idea. Continuaba con mis pensamientos negativos que lo único que consiguieron fue bloquearme, enfadarme, sufrir. Cuando regresé a casa estuve pensando en ello y en todo el rollo que suelto por ahí en relación a la importancia de la actitud y todo ese rollo y decidí aplicarme el cuento. Al día siguiente fui con actitud positiva, dispuesta a aprender, a probar, a caerme y reírme si fuera necesario y por supuesto a disfrutar de la experiencia. Y la cosa cambió y de qué manera. A pesar de que hizo un día de perros, de que acabé mojada hasta los huesos, disfruté, probé, hice lo que pude, me reí y no me caí ni una sola vez.
En fin, la cosa cambia dependido de la actitud con la que nos enfrentemos a las experiencias, sean estas nuevas o no.
Me encantó conocer a Ainhoa en el curso, me apunto una cosa que me repitió varias veces, una vez cumplidos los 40 las cosas se ven de diferente manera y se quita hierro a muchas cosas, "es como si te pusieras un chubasquero y algunas cosas te resvalan como el agua". No se trata de convertirse en pasotas, pero sí de relajarse, de perder el miedo al ridículo y de reconocer que la perfección no existe y que con nuestras limitaciones debemos convivir tratando de sacar lo mejor de nosotros disfrutando de cada experiencia en lugar de sufriendo. Espero poder conseguirlo en 2010, sin tener que esperar a cumplir los 40.