martes, 3 de febrero de 2009

De indicadores, revueltas, despidos y otras hierbas.




Indicadores de la crisis hay muchos, pero hay uno que me llama mucho la atención estos días de carretera y manta. Se trata de la falta de camiones, ¿dónde están todos esos que invadían la N-I? Es una gozada conducir ahora cada día a Donostia, sin embargo se les echa de menos por lo que hay tras su ausencia. Hoy he viajado a Valladolid y lo mismo, pocos camiones, poca mercancía en movimiento y mucha crisis.
Más indicadores. Enciendo la televisión en la habitación del hotel y la noticia con la que abre el informativo es el aumento de paro, un mes más. Y dice el Ministro de Trabajo que no llegaremos a los 4 millones de parados. Que me enseñe la bola de cristal. Que me diga en qué se basa para hacer tal afirmación. Me parece arriesgado decir estas cosas por mucho que se quiera animar al personal, más cuando hoy mismo conocemos más EREs, más empresas que cierran, más empresas que despiden. De hecho, lo que me ha traído a tierras vallisoletanas es la misión de despedir. No son cuatro millones en la actualidad, pero cada una de esas personas tiene una vida, una familia, una realidad… Mejor no sigo por ahí por cuestión de supervivencia. Es muy difícil mirar a los ojos a una persona y decirle que está en la calle con la que está cayendo ahí fuera, aunque esté firmemente convencida de que es una medida necesaria.
En el mismo informativo he escucha otras noticias que dan qué pensar: un empresario que ha amenazado con suicidarse quemándose a lo bonzo, le deben 450.000€ y no puede pagar la nómina de sus 12 empleados; y, los mineros cortando el paso del AVE en Sevilla.
Sr. Ministro no sé si llegaremos o no a los 4 millones de parados, lo que sí que sé es que se nos acerca una realidad en la que las revueltas sociales estarán a la orden del día. Cada vez hay menos ingresos en la Seguridad Social y más receptores de subsidios de desempleo, ¿qué ocurrirá cuando a esos parados se les acabe el subsidio?, ¿qué ocurrirá con todos los extranjeros que han trabajado en la clandestinidad y ni siquiera tienen derecho a percibir el paro?, ¿qué pasará con aquellas personas que se queden paradas con edades tan complicadas como los 50? Y ¿con los que tienen alguna minusvalía?
Es cierto que no podemos caer en una emoción negativa por todo esto que está ocurriendo, más bien debemos animarnos, extraer aprendizajes, ser imaginativos e ir hacia adelante. Me gustaría que nuestros políticos, nuestros líderes tuvieran visión y de una vez por todas dejaran de mirar a sus asientos y se arremangarán para gestionar esta crisis de verdad. Por supuesto, lo digo desde la más absoluta humildad (yo no tengo ni idea de cómo poder hacerlo, sino no estaría dedicándome a despedir sino a solucionar el problema), es un deseo de una ciudadana que posiblemente el 1 de marzo votará en blanco.

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